22.9.10

Crónicas de tiempos: pasados.

Desaparece con el sonido de las violetas centellantes, su cuerpo cálido se estruja contra las ramas y se rasguña con las espinas del rosal. Famélico cae, se esparce en la tierra desparramando viejas memorias olvidadas, tristes melodías atrincheradas, nostálgicas maniobras abandonadas. El suelo tiembla a su alrededor, con un golpe sordo termina con el murmullo del viento, ahora todo es silencio. Silencio sincero, esgrimido por la culpa que siente la naturaleza. El hombre ahora es niño, es mujer, es humano, es todo lo que puede ser; es rana, es rinoceronte, es reptil, es romerillo, es rubí, es roedor, es ronquido, es un recuerdo...
El hombre cae otra vez, más hondo, bajo tierra. Ya nada le importa, es solo un desparpajo de carne y harapos, ya no es nada, no es nadie, es un fantasma de lo vivido.
La naturaleza cubre al hombre con tierra, miles de hojas, de gusanos muertos, de zorros y pájaros en descomposición, colillas de cigarrillos y cartas olvidadas, la naturaleza ya enterró al hombre...
Y el hombre, no fue más ni menos que recuerdo.

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Su palabra agitará mi viento