9.3.10

Crónicas de tiempos

Las pecas saltaban asustadas en sus mejillas. Se mordía un labio nerviosa, tratando de frenar unos grititos.

-Papá, hay una cucaracha gigante en el baño

Muy a su pesar, el hombre canoso y de ojos rojos y saltones miró la hora tras resoplar largamente, eran las 4:30 a.m. Dejó de lado el teclado gastadísimo de la computadora y comenzó con la ardua tarea de levantar sus 120 kg ebrios de la silla de plástico de patas abiertas por el peso. Hizo un par de eses por el suelo pero logró llegar con éxito al baño. Los azulejos verde-agua parecían devolverle su aliento a ginebra. Meneó la enorme cabeza con una mezcla de autocompasión y aversión, comenzó a buscar al dichoso bicho.
Tenía la visión confundida y le importaba poco y nada si dormía en su baño una imbécil cucaracha, pero Alma lo miraba desde el marco de la puerta con las marcas de la almohada en su mejilla mientras se tapaba los ojos con ambas manos. Iba a encontrar al bicho. No quería que ella tampoco pudiese dormir. Su vida no tenía que parecerse en nada, absolutamente en nada, a la de él. Matar una cucaracha era la parte más simple.
Vio un bichito negro entre dos azulejos, camuflado en los hongos negros. Lo quemó con el cigarrillo, dio media vuelta, revolvió los pelos de su hija con una mueca en la cara que intentaba ser una sonrisa (por supuesto no muy bien lograda).
-Ya está, Almi, ya está.
Vio mientras se metía en su cuarto como su hija sonreía antes de destaparse los ojos y volvía con su almohada a su propia cama.

Cuando hace frío y se tiene sueño hasta la sábana más sucia y rota se siente limpia y nueva. Y después del sustazo de aquel bicho enorme no podían molestarle las bolitas de la tela. Y no podía molestarle el aliento de Papá, ni el zigzag de sus pasos después de la caricia de la cabeza. Sabía que él la quería (y mucho), pero también sabía que hacía tiempo se le había ahogado el corazón en odio hacia todo. Hacía años que no trataba de sonreírle. Sonrío y se durmió hasta que la humedad de la sangre la despertó.

Tenía que terminar el artículo esa noche. Sabía que tenía que hacerlo aunque hubiese pasado tantas horas sin dormir. En el fondo sabía que no era necesario terminarlo esa noche, ni a la noche siguiente, y probablemente ni siquiera importaba si lo terminaba o no. Pero ésa era su excusa para no irse a dormir. Por supuesto sus parpados se volvieron insostenibles mientras amanecía, tomó un trago de despedida y fue a lavarse los dientes. Levantó la tapa del inodoro y dejó caer su cuerpo sobre él. Levantó la vista, le encantaba mirarse al espejo mientras cagaba, lo excitaba. Así que ahí estaba, masturbándose como un púber mientras largaba su mierda en el inodoro. Sus noches no podían volverse menos patéticas, no a esa altura.

Era complicadísimo para sus piernitas caminar sobre esas paredes húmedas y cubiertas de suciedad viscosa. Pero adoraba ese olor, o, vaya si lo adoraba. Saltó sobre la pared caliente y vellosa y mordió. Mordió con toda la fuerza que poseía, mordió y escupió la piel sobre el agua, escupió la carne, la grasa. Mordió y escupió.


"Oh, no, oh, no. Por favor no, ya soy grande, por Dios." Se sujetó la cara con ganas de arrancársela. No podía ser que le hubiese sucedido otra vez. Pero ése olor, ése olor era otro olor. Al reconocerlo se enderezó de un golpe y prendió la luz del velador. La mano de su padre apretaba fuertemente sus sábanas, y era de su cuerpo del que había salido toda aquella sangre. Abrió los ojos y se quedó un instante observándole la cara de desesperación sin saber qué hacer.

-Te... t.. tenías razón. Ehh, ¡Aggh!, Era gigante.



2 comentarios:

  1. Envidio la hermosa adjetivación que le pones a cada texto.
    Realmente genial.
    Me gustó mucho todo.

    Nota: ¿Era Kafka ? XD

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  2. Kafka escribió una novela que se llama "La metamorfosis" en la cual el se despertaba convertido en una cucaracha.
    Y mientras mas humano era, más se convertia en cucaracha ^^


    Laucha

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Su palabra agitará mi viento